domingo, 18 de noviembre de 2007

EL IMAGINARIO


La vida nos regala dones para poder sobrevivir a esta jungla en la que estamos metidos como mundo.
A veces queremos zafar, contribuir a un estado de paz en nuestro interior, el cual nunca encontraremos si no paramos un poco en un pulmón verde imaginario.
De eso se trata, del imaginario. De poder darnos el lujo de respirar una locura nueva. De creer y crear vida, desde el lugar de la locura, que se encuentra ahí, dentro, solo hay que escarbar un poco para poder invocar a la locura más pura, que no es más que nuestra locura de salud. Es como la profundidad del mar.
¿Quién mejor que un loco para explicar de qué se trata?
A lo largo de nuestras vidas nos han enseñado las cosas que debemos y no debemos hacer por cuestiones de prudencias, cuestiones que tienen que ver con mandatos religiosos o familiares que se cree que es lo mejor, lo bueno. Hay una sola regla que para mí se tiene que tener en cuenta, hacer cosas que no perjudiquen a otras personas. El resto, es puro palabrerío. A parte, ¿quién tiene la varita del bien y del mal?, ¿quién puede decir qué es bueno y qué es malo?
Realizar nuestros sueños tiene que ver con la capacidad de crear nuestras posibilidades. De entrar en una lógica que poco tiene que ver con la lógica que conocemos. Esto va de boca en boca. No existe un libro que nos pueda ayudar a crear nuestro imaginario. Él se encuentra allí, solo hay que ejercitarlo, como un músculo que nunca fue al gimnasio.
Poco sé yo de todo esto. Es decir, conozco mi imaginario casi transparente, pero fueron pocas las cosas que he podido lograr en mi vida a través de la imaginación. Se ha debido a que mucho de lo que quise lograr poco tiene que ver con el mundo que palpamos como real. Para mí el mundo real es muy diferente del mundo que conocemos. Mi mundo está lleno de fantasmas y dimensiones que el mundo no conoce. O no se animó a conocer. ¿Cuántas veces hemos descubierto en nosotros cosas que creímos ver y que cuando las contamos se diluyen como arena?
El mundo tal cual lo conocemos no es tal. El mundo fue creciendo de una forma en la que hemos creído en lo que podemos tocar, ver y oler. Pues en la historia podemos ver cómo han sido censuradas las manifestaciones etéreas. Aquellas que nos angustian por no conocerlas o aquellas que nos llenan de alegría al saber que existen. Todo depende de la capacidad de poder descubrir una puerta a lo desconocido. No es necesario ponerle un nombre. Es simplemente nuestro poder de captar la realidad de otro modo, u otras realidades que se encuentran en la vida planetaria. No dejarse llevar por chanteríos baratos ni por explicaciones de los otros. Para cada uno es diferente.
Hemos recopilado a lo largo de nuestras vidas tanta información errónea, que nos han tratado de explicar lo que no podemos explicar, que nos hemos censurado nuestras propias verdades.
Como decía, la historia se ha dedicado a olvidar a propósito de mantenernos en una misma línea y manejados por el poder de los que quieren dominarnos.
Si te digo que el poder de toda tu vida la tenés dentro tuyo y que ningún político te va proporcionar la felicidad creando nuevos estatutos con la idea de la liberación.
La libertad pasa por un estado interno, casi impalpable pero tan concreto como un castillo. Es lo que llamamos utopías.
He intentado censurar mi propia vida, todo en nombre de la ciencia y en nombre de los mandatos familiares y religiosos. Pero hay una ciencia que no está resuelta y es la de nuestra propia verdad. Cada uno tiene su verdad. Su propia locura. Solo hay que estimularla para que crezca. Cuando hablo de estímulo, no hablo necesariamente de un estimulante. Sino de algo que nos conecte con esa parte. Tal vez la charla con algún amigo, o algo simplemente visto que nos cuesta creer. Empecemos a creer, solo de esa forma es posible crear. A veces los estimulantes ayudan.
Es necesario sacarse de encima los mandatos. Hay tantas cosas que nos dijeron que están mal que solo nos crearon miedos y desdicha. Y en todas esas cosas hemos querido incursionar. Solo que para algunos está mal visto, eso no quiere decir que para nosotros también. No dejarnos llevar por el común denominador nos hace diferentes y libres. Descubrimos esas diferencias que nos hacen únicos y para las que el mundo no está preparado.
Hay que empezar a desordenar la casa.
No se trata de buscar un nuevo orden, solo de poner las cosas en el lugar que querramos que estén. No necesariamente es el lugar que nos enseñaron. Y llegando a esto, el lugar está dentro nuestro. No hay que escarbar afuera para encontrar el lugar. El lugar puede ser cualquiera. Pero es un estado interior. No hace falta mudarse a Palermo viejo para estar allí. Podemos encontrar nuestro Palermo en un lugar muy oculto dentro de nosotros.
No intento crear una nueva religión o dogma con todo esto, al contrario algo que nos de libertad y en donde todo este permitido. La única regla como ya dije es la de respetar a los otros que no son más que nuestro espejo. Aprender de los otros.
La idea de la libertad es un comienzo. Nosotros mismos encontraremos las técnicas para desarrollar nuestro poder. Y nuestro poder no es más que nuestra vuelta al paraíso.
Como dicen por ahí, la verdad os hará libres.
Y la verdad no es más que nuestro propio paraíso. Ese que se puede crear a través de lo que no hemos conocido antes. El paraíso no tiene condiciones para ser creado ni descubierto. El paraíso es aquel que nosotros consideremos. Cada uno tiene el suyo propio.
No es necesario sacrificarse, puede ser un camino doloroso al principio, no necesariamente. Pero la satisfacción de vivir como deseamos es tan grande que nos colma. Y tal vez algunos se opongan, esas personas se alejaran y nos daremos cuenta de que no es necesario tenerlas al lado nuestro.
Tal vez hay que sacrificar cierta creencias que nos fueron proporcionadas como validas y que no lo son en nuestra vida.
Créanme que se pueden obrar milagros a través de nuestra percepción. Es cierto que no todos poseemos estas capacidades, pero también es cierto que todos tenemos la posibilidad de llegar a ellas.
Cuando uno se encuentra con el vacio, piensa que no hay nada allá. Pues hay un gran caudal. Solo hay que ponerle color a lo que consideramos vacio. Si podemos ver más allá de lo que nos enseñaron entonces estamos frente a una gran verdad.
Como dice la canción la locura es poder ver más allá. Y no es más que eso. Lo interesante es lo que nosotros podemos hacer con eso que podemos ver. Hasta casi palpar.
Como ya dije, estas cosas no se aprenden de un libro. Hay que acercarse a ellas de alguna forma metafísica. Algo que nos permita llegar. Seguramente si nos encontramos en una búsqueda, algún rayo de luz se cuele en el crepúsculo y nos haga alquimistas de nuestra propia realidad.
No podemos ser alquimistas aprendiendo las técnicas en un libro, podemos llegar a entender que existe la alquimia, pero para poder llegar a ella tenemos que experimentarla. Y todo aquel que se encuentre en la encrucijada de querer saber más, seguramente lo va a lograr. Incursionando en lo desconocido. Probando. Tratando.
Siempre recuerden que la hora más oscura es la de antes del amanecer. No necesariamente tiene que ser así. Pero se puede experimentar ciertas molestias en lo nuevo y desconocido. Es cuestión de acostumbrarse a que uno no es un robot del sistema. De esta manera se puede crear y dar manos increíbles al que quiere ser ayudado.
El “creo solo en lo que veo,” puede ser considerado si podes ver más de lo que ven tus ojos físicos.
Encontrarse con nuestro mundo interior tiene que ver con encontrarse con ese vacío al que tanto miedo tenemos como ya dije anteriormente. Cuando lleguemos ahí no podemos desligarnos de lo que somos, todo lo que somos está ahí. Lejos de los vicios. Lejos de la mirada del otro. Más cerca de lo que amamos.
Poder parar la rueda de la ansiedad que nos encuentra desprovistos de herramientas a la hora de frenar. Simplemente frenar. Ver dentro es poder ver más allá. Todo lo que queramos encontrar no está afuera. El afuera simplemente refleja nuestras vivencias, todo lo que pensamos de nosotros mismos. Todos los prejuicios que repetimos como loros. Recordemos que no somos simplemente humanos. Llevamos una energía que va más allá de lo físico. Una energía que nos pertenece a todos. Cada uno de nosotros posee esa energía interna que no es más que la energía creadora. Y podemos ser grandes sin necesidad de abandonar nuestros cuerpos.
El cuerpo no es solo un templo, el cuerpo refleja nuestros sentimientos y pensamientos. Y posee las herramientas para salir del aletargamiento. El cuerpo mismo es una herramienta fundamental. Si no lo tuviéramos, tendríamos que obrar de maneras etéreas como lo hacen aquellos que no poseen cuerpo.
Poder frenar el frenesí que nos rodea, la vorágine actual de un mundo que parece no tener retorno, no es tarea fácil. Hay que ser constantes en esto. Encontrar el modo de frenar la locura que no está sumergida, sino aquella que se palpa en cada uno de nosotros cuando nos subimos al carrito de la vida social, es un camino. Es el primer camino. En realidad creo que cada uno sabe cuál es su primer camino. Es aquel que nos despierta y nos encuentra desnudos frente a la vida material sin haber logrado la felicidad.
No digo que la vida material no sea válida. Todo lo contrario. Necesitamos de la materia en este mundo. Y no está ni bien ni mal. Simplemente es. Somos seres materiales y simplemente por eso es necesario recurrir a la materia. La materia también puede ser un camino. La materia puede ser creada por nosotros y eso nos hace dioses. Y necesitar la materia es parte de la naturaleza humana. Pero sería lindo que hubiera un equilibrio entre nuestros diferentes componentes. Que pudiéramos encontrar un péndulo de felicidad que nos sumerja en los valores más profundos. Pues bien, la respuesta está dentro de nosotros. Ya no es necesario buscar afuera. Cada uno como individuo posee la magia concreta del mundo. Los milagros no son más que nuestras expresiones de deseo y se hacen reales porque todos podemos obrarlos.
El mundo tal cual lo conocemos ahora puede tomar diferentes formas. Todo depende de qué color nuevo le queramos poner al arco iris. En nosotros está toda la sabiduría necesaria. Lo principal es saber que ya somos dioses. Desde el momento en que fuimos creados. Podemos recuperar el paraíso.
Recordemos que la palabra tiene poder. Y ese poder se lo ponemos nosotros. Ya sea pronunciando las palabras que nos han enseñado para comunicarnos y entender del mismo modo, o creando el nuevo léxico de la generación que se viene. Recordemos que no somos solo lo que se ve. No somos solo lo comemos o tenemos. No pensamos y luego existimos. Fuimos pensados y empezamos a existir. Y si fuimos pensados, y se nos concedió la vida, también se nos proporcionó todo lo que se nos ocurra que es posible.
No somos ángeles ni demonios. El cielo y el infierno no existen. Son parte de la poesía religiosa y popular. Somos dioses en potencia. Somos y poseemos la vida. Podemos armar y desarmar a nuestro gusto. Podemos expandirnos más allá de nuestras fronteras. Es más, las fronteras no existen. Las enfermedades no existen. Han escrito “la enfermedad como camino.” Pues bien, considéralo un camino posible y no una enfermedad. Uno es el propio artífice de lo que le sucede. Nadie del afuera tiene culpas, las culpas no existen. Nosotros no tenemos culpas. Todo los que nos sucede tiene que ver pura y exclusivamente con nosotros. Las personas que frecuentas. Las situaciones a las que te enfrentas.
El mundo hace lo que puede. Crece, evoluciona. El saber que nosotros podemos cambiarlo, tan solo cambiando nuestra existencia, eso nos hará libres.
La verdad os hará libres.
Luchar contra, o creer que la vida es una lucha, simplemente de desgasta, porque la vida siempre va a ganar la batalla, y vos quedas a merced de ella. ¿Para qué luchar contra lo único que nos da placer? La vida tiene todas las respuestas, ¿para que luchar?
Si nos dejáramos llevar por el fluir de la vida, veríamos que todo es tan fácil. Que no necesitamos aprender maniobras para doblar en la esquina. Simplemente dando los pasos pertinentes podemos doblar y volver.
Luchar contra una enfermedad es no reconocer que en vez de ser una enfermedad es simplemente un camino diferente para aprender la vida. Lo que hemos venido a aprender. Nuestras propias lecciones. Y no necesitamos maestros. El maestro somos nosotros. Los demás solo reflejan nuestro conocimiento.
La tolerancia y la paciencia se aprenden, se pueden adquirir. Y es necesario para nuestro desarrollo personal. Todo lo que nosotros deseamos en la vida se puede adquirir. Simplemente hay que poder escuchar al silencio. Ese gran silencio que nos habla y nos recuerda que no todo tiene que ser ruido. Que para que haya ruido tiene que haber silencio.
Entonces pongamos a trabajar en la búsqueda de un nuevo hogar para nosotros, que no sea de madera o de concreto, pero que sea concreto en nuestro interior y se refleje en nuestro cuerpo.