miércoles, 15 de junio de 2011

CARPE DIEM

Descalzo mis pies sobre la alfombra.

Empequeñece mi cuerpo bajo su brazo.

Y me aparto.

Luego me parto:

una mitad sigue los pasos sigilosos del silencio

y la otra estalla bajo su almohada.

Lágrimas derramo sobre su anillo dorado

mientras el café se entibia.



Acá quiero dejar plasmada mi obra. Toda la información que fui recolectando a través del tiempo inhóspito y heterogéneo. Homogéneo y también por qué no, de aquellos días felices que hoy vuelven a mí.

En esta vida que me llegó como una bendición, en donde me dieron herramientas para herrar, amor para enamorar y fe para erratas, aquí quiero dejar mi sello.

En esta vida que nunca termina, que sigue y que suma, y aunque reste, sigue sumando y multiplicando. Es la vida que Dios escribió con la sangre de un gorrión.

Yo pude interpretar los acontecimientos a través de mí. Yo fui mi propia historia de épocas de histerias y caretas. Subidas y bajadas. Planicies.

Acabo de llegar de la derrota y supongo que pronto veré algo parecido al sol. Porque he estado allí y no me parece que se haya ido. Zeus se encargará de los amaneceres y atardeceres. A Mercurio lo veo solo una vez a la semana y me prometió una pronta recuperación. Pero ¿Qué hay más allá? Más allá de lo ya conocido. Yo he descubierto un mundo nuevo. El mundo, la tierra no es más que eso. Asfalto.