martes, 25 de octubre de 2011

AQUELLO QUE SUPE

“Sé de aquél teclado de canciones sedosas, de ese ojo dorado y terco, del intervalo instantáneo e intranscendente, casi invisible. Sé del cenicero, el cigarro, la alcantarilla, sé de un corazón con perfume a dolor quebrado en la baldosa, de un hueco en tu mano como el tibio recuerdo de un bocado. Sé de tu sexo sediento que parece un trágico desencuentro; la sonrisa chillona de tu amarga boca, de tu respiro silencioso, ausente. (Cuando chico, en las heladas mañanas de invierno yendo al colegio, salía a la calle y veía cómo de mi boca salía el vaho. Yo pensaba que iba a congelarse y caer en el suelo, romper en pedazos como un vidrio roto. A veces sólo imaginaba que estaba fumando sin la necesidad de un cigarrillo y eso, tontamente, me hacía sentir adulto.)
Sé de los lugares que se asemejan al alma como concretándola. Sé de ellos y ahí es donde quiero estar.”